Nos gustan las historias. Tanto que no solo las leemos, también nos las imaginamos, las vivimos y las escribimos. Porque hay cosas que solo se sienten si se escriben. Bienvenidos a los contadores de historias

lunes, 17 de febrero de 2014

Redacción del mes

 

UNA HISTORIA FANTÁSTICA


-         Vamos a jugar; dijo Elena.
-         De acuerdo, pero, ¿qué hacemos?
Elena se quedó pensativa.
-         No sé, pero tiene que ser algo movido, divertido… y no un simple juego de cartas.
-         Pues vamos al armario de la yaya, nos disfrazamos y la asustamos.
Las niñas se fueron directas al armario de su abuela y encontraron un disfraz negro, un bolso color verde oscuro…
-         Perfecto; dijo Paula encantada. – ¡Estás espantosa!
-         Gracias, tú pareces una seta, pero das miedo.
Su abuela (como siempre) estaba de espaldas sentada en el sillón tranquilamente. Elena y Paula iban por el suelo, arrastrándose sigilosamente. Pero al gritarle y girar el sillón no encontraron a su abuela, exhausta del último juego, no, ¡encontraron un dragón! Elena y Paula estaban aterradas y huyeron al baño, solo que el baño no era el mismo de hace cinco minutos. Éste era enorme, un paraíso. Elena y Paula empujaban la puerta para que no pudiera entrar el dragón y pusieron dos piedras.
-         ¡No son lo suficientemente grandes!; dijo Elena.
-         Yo veo al dragón con cara de tonto. Si le decimos que hemos puesto dos rocas gigantes se lo creerá.
Paula chilló: ¡¡Hemos puesto dos rocas gigantes y no puedes entrar!! Se vio un poco de humo saliendo debajo de la puerta.
Elena y Paula exploraron aquel maravilloso lugar. De camino se encontraron con dos sapos que les dijeron que eran príncipes encantados. Se llamaban Chon y Chan.
-         Somos príncipes encantados; anunció Chon.
-         Príncipes; repitió Chan.
-         Si nos besáis volveremos a la normalidad.
-         Normalidad; volvió a repetir Chan.
-         No os pensamos dar ni un beso; repuso Elena. Sois verdes y pegajosos.
-         Pues a mí me dan pena; replicó Paula.
Finalmente, algo asqueadas lo hicieron y como recompensa los sapos le dieron un consejo: ¡¡¡EL FUEGO SE APAGA CON AGUA!!!
-         ¿Y qué tiene eso de consejo?; dijo Elena.
De vuelta se les ocurrió un plan:
-         Tú serás el cebo y yo cogeré un grifo y una manguera y le daré al dragón en toda la boca cuando vaya a comerte.
-         Vale; dijo Paula decepcionada.
Cuando llegaron chillaron: ¡¡Las rocas que hemos puesto ya las hemos quitado, puedes entrar!!
De repente se abrió la puerta, Paula se tiró al suelo y Elena disparó. El dragón explotó en mis pedacitos y las niñas, todas mojadas, se alegraron y vieron que su abuela seguía en el sillón tan tranquilamente.
Elena Palacín   2º ESO B

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