UNA HISTORIA FANTÁSTICA
-
Vamos a jugar;
dijo Elena.
-
De acuerdo, pero,
¿qué hacemos?
Elena
se quedó pensativa.
-
No sé, pero tiene
que ser algo movido, divertido… y no un simple juego de cartas.
-
Pues vamos al
armario de la yaya, nos disfrazamos y la asustamos.
Las
niñas se fueron directas al armario de su abuela y encontraron un disfraz
negro, un bolso color verde oscuro…
-
Perfecto; dijo
Paula encantada. – ¡Estás espantosa!
-
Gracias, tú
pareces una seta, pero das miedo.
Su
abuela (como siempre) estaba de espaldas sentada en el sillón tranquilamente.
Elena y Paula iban por el suelo, arrastrándose sigilosamente. Pero al gritarle
y girar el sillón no encontraron a su abuela, exhausta del último juego, no,
¡encontraron un dragón! Elena y Paula estaban aterradas y huyeron al baño, solo
que el baño no era el mismo de hace cinco minutos. Éste era enorme, un paraíso.
Elena y Paula empujaban la puerta para que no pudiera entrar el dragón y
pusieron dos piedras.
-
¡No son lo
suficientemente grandes!; dijo Elena.
-
Yo veo al dragón
con cara de tonto. Si le decimos que hemos puesto dos rocas gigantes se lo
creerá.
Paula
chilló: ¡¡Hemos puesto dos rocas gigantes y no puedes entrar!! Se vio un poco
de humo saliendo debajo de la puerta.
Elena
y Paula exploraron aquel maravilloso lugar. De camino se encontraron con dos
sapos que les dijeron que eran príncipes encantados. Se llamaban Chon y Chan.
-
Somos príncipes
encantados; anunció Chon.
-
Príncipes; repitió
Chan.
-
Si nos besáis
volveremos a la normalidad.
-
Normalidad;
volvió a repetir Chan.
-
No os pensamos
dar ni un beso; repuso Elena. Sois verdes y pegajosos.
-
Pues a mí me dan
pena; replicó Paula.
Finalmente,
algo asqueadas lo hicieron y como recompensa los sapos le dieron un consejo:
¡¡¡EL FUEGO SE APAGA CON AGUA!!!
-
¿Y qué tiene eso
de consejo?; dijo Elena.
De
vuelta se les ocurrió un plan:
-
Tú serás el cebo
y yo cogeré un grifo y una manguera y le daré al dragón en toda la boca cuando
vaya a comerte.
-
Vale; dijo Paula
decepcionada.
Cuando
llegaron chillaron: ¡¡Las rocas que hemos puesto ya las hemos quitado, puedes
entrar!!
De
repente se abrió la puerta, Paula se tiró al suelo y Elena disparó. El dragón
explotó en mis pedacitos y las niñas, todas mojadas, se alegraron y vieron que
su abuela seguía en el sillón tan tranquilamente.
Elena Palacín 2º ESO B
No hay comentarios:
Publicar un comentario