Nos gustan las historias. Tanto que no solo las leemos, también nos las imaginamos, las vivimos y las escribimos. Porque hay cosas que solo se sienten si se escriben. Bienvenidos a los contadores de historias

jueves, 6 de marzo de 2014

MENCiÓN ESPECIAL I CERTAMEN DE REALTO CORTO SAN GABRIEL

Genial”pensé.“Lo que faltaba”. Con un ultimo y renqueante chirrido el autobús escolar se detuvo

definitivamente. No habíamos llegado a andar ni dos metros cuando el motor empezó a emitir ruidos

extraños. El conductor bajó del vehículo soltando maldiciones e improperios. Desde mi ventanilla pude ver

como se dirigía a la parte trasera del autobús. Cerrando el capo con un golpe sordo, el hombre volvió a subir

y nos indicó que saliéramos ordenadamente. No parecía de humor para tonterías.

Todo lo ordenado que se puede esperar de un grupo de adolescentes y un conjunto de niños revoltosos, los

ocupantes empezamos a bajar, o mas bien a empujar unos a otros a ver quien era el primero. Nunca he entendido,

en los nueve años que llevo en este colegio, el gusto que puede tener la gente por llegar primero a clase.

Finalmente salí del bus, en el que hacia una calor sofocante. Aunque no más que en el exterior.

-Marina- me llamo una voz, ahogada por el incesante griterío de la gente. Me giré justo a tiempo para ver una

manita blanca y pequeña sobresalir de entre la multitud. Sonreí para mis adentros. Con unos cuantos

empujoncitos conseguí salir del embrollo de cuerpos que se había formado.

- ¿Que crees que habrá pasado?- Me pregunto Paula, mi mejor amiga. Negué con la cabeza, resignada al

hecho de que llegaría tarde a casa. Adiós a mis buenos propósitos de estudiar el examen de literatura del día

siguiente.

Con un suspiro Paula saco una goma de pelo de su mochila y se hizo una coleta en su sedoso pelo rubio.

Escudriñó, con sus ojos azules entrecerrados a causa del sol, el montón de gente que había aglomerada y sonrió

satisfecha. Al parecer su hermana, un monstruito de seis años de edad pero tan revoltoso que valía por diez, había

hecho caso al conductor, en vez de seguir sus alocadas ideas. En es momento, en la parte superior de la rampa que

llevaba al colegio San Gabriel, apareció el cura encargado de los autobuses.

La monitora, con un gesto cansado, nos indicó que subiéramos al colegio. La verdad es que a mi tampoco

me parecía muy buena idea quedarme en medio del camino, aunque no fuera una carretera propiamente dicha.

Cuando llegamos arriba la mayor parte de los chicos, nos sentamos a la sombra de un gran pino. Parecía que

íbamos a tener que esperar allí un buen rato, dado que la compañía de autobuses estaba saturada en ese momento y

hasta al menos una hora no tendría una autobús disponible. Ademas, había que sumarle lo que le costara a ese bus

llegar desde su destino al colegio.

Parecía que el calor iba disminuyendo poco a poco, así que al cabo de una media hora más o menos, decidí que

podía salir de debajo de la sombra a preguntar si podía ir al baño. Abanicándome con la mano pedí las llaves al

cura y entre en el edificio. Al parecer los servicios de fuera los estaban limpiando.

Solo cuando estuve en el pasillo me di cuenta de lo diferente que era el colegio cuando estaba vacío. Ahora

mismo, estando rodeado de campos de cultivo, y con sus terrenos bañados por la luz del atardecer,desprendía una

tranquilidad que nunca había visto en el edificio cuando estaba lleno de gente.

Al terminar en el servicio, cerré la puerta con llave. Pero justo en el momento en el que el “chas” de la cerradura

me indicó que había cerrado correctamente algo llamó mi atención. Cuando me gire vi una figura a lo lejos que

me observaba con cautela, como si temiera mi reacción. Emanaba una suave luz plateada, pero no parecía un

fantasma de esos de leyenda. Tenía una aura... buena. No se como decirlo, pero se que sus intenciones no eran

malas. Me acerque a la figura con cuidado y entonces me percate de que era una chica de aproximadamente mi

edad. La chica me miro con la sorpresa reflejándose en sus ojos, de un tono gris tormentoso. Durante un momento

no supe que decir. Luego murmure:

- ¿Eres...Eres un fantasma?-. Vale, ya se que no es una pregunta muy inteligente que digamos...pero en fin,

no todos los días descubro que en mi colegio hay fantasmas.
La chica negó con la cabeza y soltó una carcajada casi musical, con una reverberación extraña que no provenía

de las paredes del pasillo. Justo en ese momento una voz llego hasta nosotras:
- Marina, ¿has cerrado la puerta de los lavabos?-Era Paula. Giré la cabeza bruscamente hacia las escaleras,

temerosa de la reacción de mi mejor amiga cunado viera a la muchacha, si es que la veía. Eso por supuesto si de

verdad existía. Todo el mundo me decía que tenia mucha imaginación, pero..¿tanta como para inventarme a un

fantasma y hablar con ella?

Cuando volví a mirarla, para advertirle que se fuera, en el pasillo ya no quedaba nadie. Eso no hizo más que

acrecentar mis sospechas. Suspire. En ese momento Paula apareció tras la puerta.

- Oh, estas ahí...¿con quien hablas?- preguntó, luego me miro con una cara extraña y dirigió la mirada

hacia donde segundos antes había estado, si no me lo había inventado, el fantasma. Cuando finalmente salí

del trance, sacudí la cabeza y la mira fijamente:
- Eh... no con nadie. ¿ Tu no querías ir al baño?- Sonreí.
- A si, por cierto a dicho la monitora que en cinco minutos llega el bus. Al parecer llegará antes de lo que creíamos.
- Oh vale, genial- cinco minutos después bajamos al patio de recreo. No volví a a pensar en lo que había

visto aquel día en el colegio en varias semanas.

Tres semanas después, faltando tan solo dos para el fin de curso, habíamos empezado a preparar una pequeña

obra, dado que este era nuestro ultimo curso. Estábamos en segundo de bachiller, así que había que celebrarlo¿no?

Aquel día subí al teatro a por algunos decorados que nos faltaban. Aprovechando el buen tiempo habíamos

decidido hacerla en el recreo. Un solo vistazo me basto para ver que no seria nada fácil encontrar lo que buscaba en aquel caos de telas, retazos de disfraces perdidos de las obras de navidad, decorados antiguos y cajas.

Fui buscando entre rincones, apartando de mi camino múltiples objetos inservibles que habían quedado

abandonados allí con el paso de los años. Cuando llegué a un montón de cajas, oculta bajo un grupo de telas,

apareció una que me llamo la atención. Era una cajita de color rojo, con pequeños bordes dorados, desgastados

por el tiempo y por el roce. En uno de sus laterales, con una caligrafía pulcra y cuidada, había una inscripción:
Fotos antiguas

Con cuidado, reabrí el pequeño cierre que la aseguraba. Parecía bastante frágil. Cuando finalmente la caja

estuvo abierta, encontré un montoncito de fotos, en blanco y negro que, a judgar por la ropa, debían de ser de los

años ochenta. Parecían ser unos veinte retratos, sujetos por una fina cinta de color plata. Lentamente retiré el nudo

y la tira callo al suelo. Ojeé las fotos una por una, asombrándome de la cantidad de niños que parecían haber

pasado por el colegio. Sin embargo al llegar a la penúltima, dos chicas de mas o menos mi edad, una más alta que

la otra, llamaron mi atención. A judgar por la postura en la que salían en esa foto, envolviéndose en un abrazo la

una a la otra, debían de ser muy buenas amigas. Sonreían a la cámara radiantemente, con lo que parecían reflejos

del sol dándoles en la cara. Tras ellas un grupo de niños jugaban en la piscina. Pero nada de eso fue lo que me

intrigó, sino los rasgos de ambas chicas. Me resultaban extrañamente familiares. Tras un buen rato pensando caí

en la cuenta. Acababa de ver esos rasgos faciales hacia unas semanas, cuando el autobús se estropeo en el colegio

y tuvimos que esperar a que viniera otro.

Eran los mismos de aquella chica, el fantasma. Pero lo que mas me sorprendió de todo fue que en realidad el

rostro de la chica era una mezcla de esos dos. Se podía distinguir la sonrisa y la nariz de una y los ojos y el pelo de

la otra.

- ¿A lo mejor son hermanas?- pensé en voz alta- Quizá la otra chica que vi era la más pequeña. Pero era un

fantasma, ¿no?.. ¿Eso quiere decir que el colegio esta embrujado?- Vaya, cada vez me estaba volviendo más loca.

De repente una voz a mis espaldas me sobresalto.

- Ya te dije el otro día que yo no era ningún fantasma Marina.
Era aquel espectro que vi aquel día. Llevaba la misma ropa, pero portaba una sonrisa radiante y sus ojos estaban

mas brillantes, como si se alegrara de algo. Seguía emitiendo esa aura resplandeciente de color plata tan...

tranquilizadora.

- ¿Entonces quien eres?- susurré.- ¿Acaso no estuviste viva?

-Yo nunca he estado viva biológicamente hablando, Marina. No soy la hermana de nadie, como ya has parecido

deducir- una sonrisa aun mas grande se extendió por sus rostro- Pero si que tengo una relación con esas dos chicas

de la foto.-Con un gesto me señaló el retrato, que ahora descansaba sobre un montón de telas.

-No te entiendo...-vaya no sabia cual era su nombre. La chica pareció adivinar mis pensamientos, porque me

miró fijamente y dijo:

-No tengo nombre, pero puedes llamarme como desees.

- Mm...- pensé. - ¿Que tal Olvido?- propuse en honor a mi abuela. Olvido soltó una carcajada y asintió:
-Creo que me viene como anillo al dedo-. Perfecto, ahora solo me faltaba averiguar que o quien era ella.

- ¿Quien eres?- volví a repetir. Ella me miro con sus ojos del color de la tormenta y dijo:
-Soy un recuerdo-.

-¿Que?-Olvido asintió con la cabeza mirando distraídamente por la ventana.

- Así es, el recuerdo de una amistad que las paredes de este edificio presenciaron. Una amistad bastante fuerte

me atrevería a decir. Por eso tengo parte de los rasgos de cada una.
Cada vez entendía menos. Ella pareció entender mi desconcierto, porque continuo hablando:

-Veras, desde su nacimiento, por este colegio han pasado una gran numero de niños. Pero tras de si, todas esas

personas han dejado algo. Eso es lo que soy yo, yo y el resto de mis compañeros, recuerdos perdidos de grandes

amistades, amores, alegrías o penas...toda una vida de experiencias que gente como tu ha dejado como una prueba

de su existencia.

-Eso quiere decir que este colegio esta lleno de fantasma- murmure mas para mi que para Olvido. Ella

volvió a reír y dijo:
-Podría decirse así.
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El curso finalmente llegó a su fin. La obra había salido perfectamente, y se que tanto yo como el resto de

alumnos y profesores la disfrutamos por igual. Mi paso por el San Gabriel ya ha acabado, pero me alegra haber

vivido tantos años entre sus paredes, tantos años de recuerdos hermosos y magnificas experiencias. Se que

siempre me acordare de Olvido. También se que hay una pregunta que quedará en mi memoria de por vida. Si

también quedó un recuerdo sobre mi que ayudara a mantener viva y latente la historia del San Gabriel.



                                                                                  LAURA CUADRADO. 4º.ESO. A

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