Genial”pensé.“Lo
que faltaba”. Con un ultimo y renqueante chirrido el autobús
escolar se detuvo 
definitivamente.
No habíamos llegado a andar ni dos metros cuando el motor empezó a
emitir ruidos 
extraños.
El conductor bajó del vehículo soltando maldiciones e improperios.
Desde mi ventanilla pude ver 
como
se dirigía a la parte trasera del autobús. Cerrando el capo con un
golpe sordo, el hombre volvió a subir 
y
nos indicó que saliéramos ordenadamente. No parecía de humor para
tonterías. 
Todo
lo ordenado que se puede esperar de un grupo de adolescentes  y un
conjunto de niños revoltosos, los 
ocupantes
empezamos a bajar, o mas bien a empujar unos a otros a ver quien era
el primero. Nunca he entendido, 
en
los nueve años que llevo en este colegio, el gusto que puede tener
la gente por llegar primero a clase.
Finalmente
salí del bus, en el que hacia una calor sofocante. Aunque no más
que en el exterior.
-Marina-
me llamo una voz, ahogada por el incesante griterío de la gente. Me
giré justo a tiempo para ver una 
manita
blanca y pequeña sobresalir de entre la multitud. Sonreí para mis
adentros. Con  unos cuantos 
empujoncitos
conseguí salir del embrollo de cuerpos que se había formado. 
-
¿Que crees que habrá pasado?- Me pregunto Paula, mi mejor amiga.
Negué con la cabeza, resignada al 
hecho
de que llegaría tarde a casa. Adiós a mis buenos propósitos de
estudiar el examen de literatura del día 
siguiente.
Con
un suspiro Paula saco una goma de pelo de su mochila y se hizo una
coleta en su sedoso pelo rubio. 
Escudriñó,
con sus ojos azules entrecerrados a causa del sol, el montón de
gente que había aglomerada y sonrió 
satisfecha.
Al parecer su hermana, un monstruito de seis años de edad pero tan
revoltoso que valía por diez, había 
hecho
caso al conductor, en vez de seguir sus alocadas ideas. En es
momento, en la parte superior de la rampa que 
llevaba
al colegio San Gabriel, apareció el cura encargado de los autobuses.
             
La
 monitora, con un gesto cansado, nos indicó que subiéramos al
colegio. La verdad es que a mi tampoco 
me
parecía muy buena idea quedarme en medio del camino, aunque no fuera
una carretera propiamente dicha. 
Cuando
llegamos arriba la mayor parte de los chicos, nos sentamos a la
sombra de un gran pino. Parecía que 
íbamos
a tener que esperar allí un buen rato, dado que la compañía de
autobuses estaba saturada en ese momento y 
hasta
al menos una hora no tendría una autobús disponible. Ademas, había
que sumarle lo que le costara a ese bus 
llegar
desde su destino al colegio. 
Parecía
que el calor iba disminuyendo poco a poco, así que al cabo de una
media hora más o menos, decidí que 
podía
salir de debajo de la sombra a preguntar si podía ir al baño.
Abanicándome con la mano pedí las llaves al 
cura
y entre en el edificio. Al parecer los servicios de fuera los estaban
limpiando. 
Solo
cuando estuve en el pasillo me di cuenta de lo diferente que era el
colegio cuando estaba vacío. Ahora 
mismo,
estando rodeado de campos de cultivo, y con sus terrenos bañados por
la luz del atardecer,desprendía una 
tranquilidad
que nunca había visto en el edificio cuando estaba lleno de gente.
Al
terminar en el servicio, cerré la puerta con llave. Pero justo en el
momento en el que el “chas” de la cerradura 
me
indicó que había cerrado correctamente algo llamó mi atención.
Cuando me gire vi una figura a lo lejos que 
me
observaba con cautela, como si temiera mi reacción.  Emanaba una
suave luz plateada, pero no parecía un  
fantasma
de esos de leyenda. Tenía una aura... buena. No se como decirlo,
pero se que sus intenciones no eran 
malas.
Me acerque a la figura con cuidado y entonces me percate de que era
una chica de aproximadamente mi 
edad.
La chica me miro con la sorpresa reflejándose en sus ojos, de un
tono gris tormentoso. Durante un momento 
no
supe que decir. Luego murmure:
-
¿Eres...Eres un fantasma?-. Vale, ya se que no es una pregunta muy
inteligente que digamos...pero en fin, 
no
todos los días descubro que en mi colegio hay fantasmas.
La
chica negó con la cabeza y soltó una carcajada casi musical, con
una reverberación extraña que no provenía 
de
las paredes del pasillo. Justo en ese momento una voz llego hasta
nosotras:
-
Marina, ¿has cerrado la puerta de los lavabos?-Era Paula. Giré la
cabeza bruscamente hacia las escaleras, 
temerosa
de la reacción de mi mejor amiga cunado viera a la muchacha, si es
que la veía. Eso por supuesto si de 
verdad
existía. Todo el mundo me decía que tenia mucha imaginación,
pero..¿tanta como para inventarme a un 
fantasma
y hablar con ella?
Cuando
volví a mirarla, para advertirle que se fuera, en el pasillo ya no
quedaba nadie. Eso no hizo más que 
acrecentar
mis sospechas. Suspire. En ese momento Paula apareció tras la
puerta. 
-
Oh, estas ahí...¿con quien hablas?- preguntó, luego me miro con
una cara extraña y dirigió la mirada 
hacia
donde segundos antes había estado, si no me lo había inventado, el
fantasma. Cuando finalmente salí 
del
trance, sacudí la cabeza y la mira fijamente:
-
Eh... no con nadie. ¿ Tu no querías ir al baño?- Sonreí.
-
A si, por cierto a dicho la monitora que en cinco minutos llega el
bus. Al parecer llegará antes de lo que creíamos.
-
Oh vale, genial- cinco minutos después bajamos al patio de recreo.
No volví a a pensar en lo que había 
visto
aquel día en el colegio en varias semanas.  
Tres
semanas después, faltando tan solo dos para el fin de curso,
habíamos empezado a preparar una pequeña 
obra,
dado que este era nuestro ultimo curso. Estábamos en segundo de
bachiller, así que había que celebrarlo¿no?
Aquel
día subí al teatro a por algunos decorados que nos faltaban.
Aprovechando el buen tiempo habíamos 
decidido
hacerla en el recreo. Un solo vistazo me basto para ver que no seria
nada fácil encontrar lo que buscaba en aquel caos de telas, retazos
de disfraces perdidos de las obras de navidad, decorados antiguos y
cajas. 
Fui
buscando entre rincones, apartando de mi camino múltiples objetos
inservibles que habían quedado 
abandonados
allí con el paso de los años. Cuando llegué a un montón de cajas,
oculta bajo un grupo de telas, 
apareció
una que me llamo la atención. Era una cajita de color rojo, con
pequeños bordes dorados, desgastados 
por
el tiempo y por el roce. En uno de sus laterales, con una caligrafía
pulcra y cuidada, había una inscripción:
Fotos
antiguas
Con
cuidado, reabrí el pequeño cierre que la aseguraba. Parecía
bastante frágil. Cuando finalmente la caja 
estuvo
abierta, encontré un montoncito de fotos, en blanco y negro que, a
judgar por la ropa, debían de ser de los 
años
ochenta. Parecían ser unos veinte retratos, sujetos por una fina
cinta de color plata. Lentamente retiré el nudo 
y
la tira callo al suelo. Ojeé las fotos una por una, asombrándome de
la cantidad de niños que parecían haber 
pasado
por el colegio. Sin embargo al llegar a la penúltima, dos chicas de
mas o menos mi edad, una más alta que 
la
otra, llamaron mi atención. A judgar por la postura en la que salían
en esa foto, envolviéndose en un abrazo la 
una
a la otra, debían de ser muy buenas amigas. Sonreían a la cámara
radiantemente, con lo que parecían reflejos 
del
sol dándoles en la cara. Tras ellas un grupo de niños jugaban en la
piscina. Pero nada de eso fue lo que me 
intrigó,
sino los rasgos de ambas chicas. Me resultaban extrañamente
familiares. Tras un buen rato pensando caí 
en
la cuenta. Acababa de ver esos rasgos faciales hacia unas semanas,
cuando el autobús se estropeo en el colegio 
y
tuvimos que esperar a que viniera otro. 
Eran
los mismos de aquella chica, el fantasma. Pero lo que mas me
sorprendió de todo fue que en realidad el 
rostro
de la chica era una mezcla de esos dos. Se podía distinguir la
sonrisa y la nariz de una y los ojos y el pelo de 
la
otra. 
-
¿A lo mejor son hermanas?- pensé en voz alta- Quizá la otra chica
que vi era la más pequeña. Pero era un 
fantasma,
¿no?.. ¿Eso quiere decir que el colegio esta embrujado?- Vaya, cada
vez me estaba volviendo más loca. 
De
repente una voz a mis espaldas me sobresalto.
-
Ya te dije el otro día que yo no era ningún fantasma Marina.
Era
aquel espectro que vi aquel día. Llevaba la misma ropa, pero portaba
una sonrisa radiante y sus ojos estaban 
mas
brillantes, como si se alegrara de algo. Seguía emitiendo esa aura
resplandeciente de color plata tan... 
tranquilizadora.
-
¿Entonces quien eres?- susurré.- ¿Acaso no estuviste viva?
-Yo
nunca he estado viva biológicamente hablando, Marina. No soy la
hermana de nadie, como ya has parecido 
deducir-
una sonrisa aun mas grande se extendió por sus rostro- Pero si que
tengo una relación con esas dos chicas 
de
la foto.-Con un gesto me señaló el retrato, que ahora descansaba
sobre un montón de telas.
-No
te entiendo...-vaya no sabia cual era su nombre. La chica pareció
adivinar mis pensamientos, porque me  
miró
fijamente y dijo:
-No
tengo nombre, pero puedes llamarme como desees.
-
Mm...- pensé. - ¿Que tal Olvido?- propuse en honor a mi abuela.
Olvido soltó una carcajada y asintió:
-Creo
que me viene como anillo al dedo-. Perfecto, ahora solo me faltaba
averiguar que o quien era ella.
-
¿Quien eres?- volví a repetir. Ella me miro con sus ojos del color
de la tormenta y dijo:
-Soy
un recuerdo-.
-¿Que?-Olvido
asintió con la cabeza mirando distraídamente por la ventana.
-
Así es, el recuerdo de una amistad que las paredes de este edificio
presenciaron. Una amistad bastante fuerte 
me
atrevería a decir. Por eso tengo parte de los rasgos de cada una. 
Cada
vez entendía menos. Ella pareció entender mi desconcierto, porque
continuo hablando:
-Veras,
desde su nacimiento, por este colegio han pasado una gran numero de
niños. Pero tras de si, todas esas 
personas
han dejado algo. Eso es lo que soy yo, yo y el resto de mis
compañeros, recuerdos perdidos de grandes 
amistades,
amores, alegrías o penas...toda una vida de experiencias que gente
como tu ha dejado como una prueba 
de
su existencia.
-Eso
quiere decir que este colegio esta lleno de fantasma- murmure mas
para mi que para Olvido. Ella 
volvió
a reír y dijo:
-Podría
decirse así.
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El
curso finalmente llegó a su fin. La obra había salido
perfectamente, y se que tanto yo como el resto de 
alumnos
y profesores la disfrutamos por igual. Mi paso por el San Gabriel ya
ha acabado, pero me alegra haber 
vivido
tantos años entre sus paredes, tantos años de recuerdos hermosos y
magnificas experiencias. Se que 
siempre
me acordare de Olvido. También se que hay una pregunta que quedará
en mi memoria de por vida. Si 
también
quedó un recuerdo sobre mi que ayudara a mantener viva y latente la
historia del San Gabriel.
                                                                                  LAURA CUADRADO. 4º.ESO. A
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