Mi nombre es Aurora.
Nací el dos de abril de
1850 y mis padres por mi nacimiento celebraron una fantástica fiesta.
Cuando acabó la celebración empezó la entrega de
regalos y tres de las hadas presentes me entregaron tres dones distintos. La belleza,
la riqueza y la virtud.
Pero una visita inesperada interrumpió la
fiesta y su regalo nos cambio la vida a todos.
Los años fueron pasando y yo crecí con normalidad
en un entorno feliz.
Sin embargo notaba algo extraño porque no había
ninguna máquina de coser y me preguntaba de donde saldría la ropa, y además mis
padres se ponían de los nervios cada vez que me acercaba a una aguja.
Así que un día la curiosidad se apodero de mí y me
recorrí todo el castillo de arriba a abajo.
Comencé por la cocina, luego pase por
los baños, las habitaciones, la bodega el comedor, la entrada, el salón del trono.... y justo cuando iba a dejar de buscar subí a la torre más alta del
castillo y ahí estaba . Una preciosa rueca
que brillaba con luz propia. No pude evitar tocarla, y sin saber como la aguja se
clavo en mi piel, y vi como una gotita de sangre caía por mis blancas manos.
Mi siguiente recuerdo fue la cara de un guapísimo
príncipe. Al incorporarme me miré en el espejo y mi cabello estaba larguísimo, mi ropa desgastada, los
muebles llenos de polvo y las ventanas cubiertas de enredaderas .Al ir a contarles a mis padres lo ocurrido, me sorprendió ver a
todo el mundo bostezando como recién salidos de un larguísimo sueño.
Fue entonces cuando me enteré de todo.
Resulta que el hada que irrumpió en mi bautizo no trajo un regalo sino un hechizo
que me condenaba a la muerte al pincharme con la aguja de una rueca, por
suerte una de mis hadas madrinas pudo bloquear el hechizo convirtiéndolo en un
larguísimo sueño.
Mi historia acabo como acaban los cuentos de todas
las princesas, reiné con sabiduría, me casé con mi príncipe azul y en mi reino
fuimos felices y comimos perdices.
Lucía Ventura. 1º de ESO. B
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