Nos gustan las historias. Tanto que no solo las leemos, también nos las imaginamos, las vivimos y las escribimos. Porque hay cosas que solo se sienten si se escriben. Bienvenidos a los contadores de historias

jueves, 24 de abril de 2014

LA CASA DE LA MONTAÑA


Ya eran las 12 cuando Derek y yo decidimos salir de casa a buscar a Helena, y juntos, pasar una noche en la vieja casa de la montaña.
-¿Listos?- pregunté yo
-Pfff... Por supuesto- respondió Derek.
-¿Y tú Helena?-
-¡Vamos allá!- dijo ella.
Y así fue como todo empezó, juntos, Derek, Helena y yo, formamos el mejor equipo caza fantasmas del mundo.
Al entrar a la casa notamos un ambiente claustrofóbico, un espeso aire contaminado con el desagradable olor a moho, inundaba la sala, lo que hizo que aguantarme el desayuno en su sitio fuera más difícil que dar vueltas a lo loco. Avanzamos unos pasos y el silencio se hacía más y más inquietante, durante varios minutos nadie dijo nada, y la verdad es que tampoco queríamos romper aquel silencio sepulcral.
Mirase a donde mirase, solo había oscuridad, solo alcance a reconocer una gran alfombra circular que al parecer era roja, pero que el espeso manto de polvo había ido dejando gris. Unos pocos rayos de luz lunar, nos señalaron con precisión el retrato de un anciano esbelto de pelo canoso y ojos negros como el carbón, quien según la información que logramos reunir, era el antiguo dueño de la casa y quien asesinó a su esposa debido a su locura. Aquella profunda mirada se clavó en mi pecho como si de un puñal se tratase, y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.
Justo en ese momento Derek dijo:
-Ey tíos, este es un buen sitio para montar el campamento.-
Y la verdad es que lo era, justo en el centro de la alfombra roja. Pusimos los sacos de dormir y acto seguido nos dirigimos a la cocina, lugar donde ocurrió el asesinato. De nuevo aquel olor a moho apareció pero esta vez acompañado con olor a comida podrida.
-¡Que asco!- gritó Helena.
-¿qué pasa?-pregunté.
-¡una rata muerta!-
Y lo era, el avanzado estado de descomposición del animal, desprendía un olor indescriptible. Salimos de la cocina y nos dirigimos al dormitorio principal, allí encontramos prendas viejas y sucias y un montón de telarañas. Cuando nos disponíamos a volver al campamento, un estruendoso ruido nos paralizó.
-son… ¿sartenes?- dijo Derek.
Corriendo nos dirigimos a la cocina donde esperábamos encontrar a un horripilante espectro con la deformada cara del hombre del cuadro, pero al llegar nos aliviamos pero también nos decepcionamos de que no fuera un ánima, no era más que un gato callejero en busca de ratas que había tirado una sartén.
Finalmente nos fuimos a dormir y aunque no ocurrió nada en especial, aquella fue la primera de nuestras muchas aventuras en busca de seres fantasmales.

                                                                               

                                                                               Luis Enrique Perdomomo. 3º.ESO. B

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