Ya eran las 12
cuando Derek y yo decidimos salir de casa a buscar a Helena, y juntos, pasar
una noche en la vieja casa de la montaña.
-¿Listos?- pregunté
yo
-Pfff... Por
supuesto- respondió Derek.
-¿Y tú Helena?-
-¡Vamos allá!- dijo
ella.
Y así fue como todo
empezó, juntos, Derek, Helena y yo, formamos el mejor equipo caza fantasmas del
mundo.
Al entrar a la casa
notamos un ambiente claustrofóbico, un espeso aire contaminado con el
desagradable olor a moho, inundaba la sala, lo que hizo que aguantarme el
desayuno en su sitio fuera más difícil que dar vueltas a lo loco. Avanzamos
unos pasos y el silencio se hacía más y más inquietante, durante varios minutos
nadie dijo nada, y la verdad es que tampoco queríamos romper aquel silencio sepulcral.
Mirase a donde
mirase, solo había oscuridad, solo alcance a reconocer una gran alfombra
circular que al parecer era roja, pero que el espeso manto de polvo había ido
dejando gris. Unos pocos rayos de luz lunar, nos señalaron con precisión el
retrato de un anciano esbelto de pelo canoso y ojos negros como el carbón,
quien según la información que logramos reunir, era el antiguo dueño de la casa
y quien asesinó a su esposa debido a su locura. Aquella profunda mirada se
clavó en mi pecho como si de un puñal se tratase, y un escalofrío recorrió todo
mi cuerpo.
Justo en ese
momento Derek dijo:
-Ey tíos, este es
un buen sitio para montar el campamento.-
Y la verdad es que
lo era, justo en el centro de la alfombra roja. Pusimos los sacos de dormir y
acto seguido nos dirigimos a la cocina, lugar donde ocurrió el asesinato. De
nuevo aquel olor a moho apareció pero esta vez acompañado con olor a comida
podrida.
-¡Que asco!- gritó
Helena.
-¿qué
pasa?-pregunté.
-¡una rata muerta!-
Y lo era, el
avanzado estado de descomposición del animal, desprendía un olor
indescriptible. Salimos de la cocina y nos dirigimos al dormitorio principal,
allí encontramos prendas viejas y sucias y un montón de telarañas. Cuando nos disponíamos
a volver al campamento, un estruendoso ruido nos paralizó.
-son… ¿sartenes?-
dijo Derek.
Corriendo nos
dirigimos a la cocina donde esperábamos encontrar a un horripilante espectro
con la deformada cara del hombre del cuadro, pero al llegar nos aliviamos pero
también nos decepcionamos de que no fuera un ánima, no era más que un gato
callejero en busca de ratas que había tirado una sartén.
Finalmente nos
fuimos a dormir y aunque no ocurrió nada en especial, aquella fue la primera de
nuestras muchas aventuras en busca de seres fantasmales.
Luis
Enrique Perdomomo. 3º.ESO. B
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