Querido Leonardo:
Llevo mucho tiempo haciendo un amplio seguimiento de sus obras y he de confesar, con total certeza, que es usted con diferencia el polímata más notable de nuestra época. Seguramente esto ya lo tenga usted asumido y esta sea una carta más de la montonera que reciba, y pueda pensar ¿quién se cree usted para valorar mi trabajo? Nadie. Quizá nunca sepa quién soy o quizá sí. Quizá ignore esta carta y ni siquiera la vea. Pero a pesar de todo ello, he de confiarle con modestia que sus magníficos trabajos me fascinan y nunca sería capaz de mediar palabra ni para alabarle ni para conversar siquiera sobre mis pensamientos hacia usted. Puesto que esto es un gran problema, he decidido escribirle para transmitirle mis encomios e incertidumbres.
Su representación “La virgen de las rocas” ¡qué obra! Bendito el óleo que utilizó y bendito paisaje. He de admitirle que dicha obra no está entre mis favoritas, pero también he de admitirle que no llego a comprender porque en su representación aparece Jesús rezando a Juan. ¿Qué pretende transmitir? ¿Por qué realizó esta obra dos veces? Seguramente esboce una sonrisa ante mi ingenuidad puesto que esta es una cita más de sus innumerables simbologías indescifrables.
Aunque quizá peque de perspicaz, he de confesar que hay un acertijo que tras mucho meditar, creo haber podido descifrar. Pero ¡vaya usted a saber! Desafortunadamente somos hijos del hombre y no de dios, al contrario de sus obras.
Podría estar únicamente hablando de sus pinturas y no acabaría, pero creo que he de dedicarle un espacio a sus prodigiosos análisis e inventos.
El hombre de Vitrubio junto al estudio del embrión humano me dejaron perplejo, ya que no podía (ni puedo) llegar a comprender como puede recrear y desarrollar tales ideas. Que posiblemente sean ciertas, a pesar de sus miles de oposiciones.
También he leído sus estudios matemáticos, su representación de un tornillo aéreo, sus análisis sobre las turbulencias, unos planos de una máquina voladora y mucho más. Y he de arriesgarme a decir que a pesar de parecerme inicialmente ideas inalcanzables, hay algo dentro de mí que me dice ¿por qué no? ¿Por qué no se va a poder, dentro de miles de años, construir máquinas voladoras? ¿O quizá aparatos que nos realicen complejos cálculos? No lo sé, y quizá a los ojos de cualquiera parezca un loco.
Pero, señor Leonardo, yo creo en usted, en su inteligencia y en sus ideas. Y quiero que sepa que siempre, a través de la distancia, pondré todo mi empeño en ayudarle en lo posible. Aunque, ingenuo de mí, cuando vaya a buscar una solución, usted ya la haya encontrado.
Un cordial saludo,
Anónimo.
Noelia Mostajo . 4° ESO.B
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